Lágrimas que fueron furtivas,
Caen hoy a raudales.
La mentira reina siempre
Y el disimulo persiste.
Dime, Luna, ¿por qué?
¿Por qué he de mentir yo,
para no sufrir,
si detesto mentir?
Lágrimas ardientes me ciegan
Y me anegan el corazón.
Ya nunca más lo voy a abrir.
Cerrado está para siempre.
(11 diciembre, 2006)
Teresa Coscojuela
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