Hombre viril, lanza en ristre,
mala leche cuando quiere,
valiente como nadie,
incansable sí-no nos traemos.
Eterno gruñón adorable,
mil lecciones me imparte,
mil explicaciones,
con harta paciencia de sabio.
Nadie como él existe.
A su lado siempre estaré,
que no mora en la faz de la tierra,
nadie más inteligente
y más sabio conocedor de la gente.
A reír me ha enseñado.
A distinguir un piano de un teclado,
y un sótano de un tejado...
Adorable Caballero,
cabalgando junto a mí.
A veces nuestros aceros cruzamos.
Saltan chispas,
el cielo se ensombrece,
el bosque calla.
Pero los siete colores aparecen,
de repente, en el firmamento
y, como señal tácita,
¡cada uno vuelve a sonreír!
Rebelde soy,
con su paciencia acabo,
más su inteligencia,
de virtud es un dechado.
Y él puede con todo,
blanco o negro,
gris o azul,
verde, púrpura,
amarillo o marrón.
¡Nunca cimarrón!
(27 abril, 2008)
Teresa Coscojuela
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