sábado, julio 31, 2010

La Muerte

Bajo su negro manto estuve.
Su mano fría secó mi sudor
noche tras noche.
Abandonarme yo quería,
para huir de la falta de alegría.
¿Para qué vivir
-me decía día tras día-
si la luz se apagó
y nunca más vería su gallardía?
Mi fiel corcel tironeaba,
a bocados me llevó al valle.
Más, ¡ay!, que no gozaba yo
del aroma de la hierba,
del frescor de la fuente,
del canto del jilguero,
del amor de la lumbre,
de la palabra amable.
Volver ansía mi alma
bajo el negro manto a resguardarse.
Sólo la negrura pondrá paz en mi corazón
cuando la luz de la ilusión
se perdió en un mar de pasión.
Pasión insensata y ciega,
entre mentiras creyendo,
 e ilusiones soñando.
¡Muerte! ¡Ven!

Teresa Coscojuela

2 comentarios:

  1. Que siniestro, ¿no? pero a la vez poetico

    Jesus

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  2. ¿Siniestro? La muerte es tan real como la vida. Ambas van ligadas, son inseparables.

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