Con garras y colmillos,
alegre cabalgo,
ríendome de los pardillos
y de su hartazgo.
No se salva ni uno.
Ni ambicioso,
ni inoportuno,
ni tan sólo ovejuno.
Mi rugido, a la cobardía
infunde pavor
antes de que acabe el día,
por más que pretenda mor.
¡Cabalga airosa, Leona
y a tener cojones enseña
a quien en blanda lana
enterró su enseña!
Teresa Coscojuela